¿Qué es la neuroplasticidad organizacional? Sería la pregunta obligada. Esta ya la he respondido en otros artículos, pero hoy te quiero hablar desde otra perspectiva. De todos modos te dejo las referencias para que vayas y vuelvas o las leas otro día.

Hablemos rápidamente del cerebro

La razón para hablar de este repositorio de memorias y lleno de habilidades es que es el lugar donde surge y se mantiene con vida cualquiera empresa. Es decir, son los seres humanos con sus cerebros muy bien conectados los que proveen de vida a las organizaciones.

El cerebro tiene una cualidad que se llama plasticidad de la función neuronal. Esta, la empezó a detallar Karl Lashley en 1923, todo un adelantado de su época. Él descubrió que entre mayor es el número de repeticiones para hacer alguna tarea, ésta, va dejando un cierto patrón que la automatiza. Es decir, hacerla sin pensar y sin gastar energía. Un hábito.

Y pensarás, “dime algo que no sepa”, pero para 1923, era algo inhóspito. Desde ese tiempo ya se perfilaba al cerebro como un órgano experto en crear y mantener hábitos que le llevara a administrar mejor su energía vital. Ahora, te pido que pienses en cuánta energía gastas en cepillarte los dientes, ninguna, es más, lo haces hasta con los ojos cerrados. Pero si te pidiera que lo hicieras con tu mano no dominante, es ahí donde sí te costaría esfuerzo, porque no hay ninguna ruta, ningún camino que haga fácil o automática esta tarea.

Cada tarea que realizamos y repetimos durante algún tiempo deja una huella, un camino trazado, un patrón cerebral. Cada patrón o hábito de hacer, de pensar o de sentir algo ha generado un cambio estructural en el cerebro.

En el cerebro están las huellas de nuestros hábitos, y así como hemos generado hábitos ya consolidados, también podemos remplazar éstos por otros que nos beneficien más. A esto se llama neuroplasticidad. Por ejemplo; si tú decidieras desde hoy cepillarte los dientes con la mano izquierda en lugar de con la derecha, porque quieres hacerlo bien con ambas manos y brazos, a eso se le conoce como neuroplasticidad autodirigida. 

¿Qué quiere decir esto?

Traducido en el mundo empresarial. Por ejemplo; entre más una empresa se dedique a vender automóviles, más experiencia adquirirá. Y hasta aquí no hay nada nuevo, sin embargo, lo que descubrió más adelante Donald Hebb (1944), el padre de la neuroplasticidad, es que esto no sólo es casual, sino que puede ser causado. Es decir, que los circuitos no sólo se pueden formar, sino que circuitos o maneras de hacer algo pueden ser sustituidos por otros.

¿Cómo?

Si en el mundo empresarial tienes una sobrada experiencia vendiendo automóviles, regresando al ejemplo, y ahora quieres mejorar o cambiar el giro. Se puede hacer. Vamos a suponer que ahora, además de autos, pretendas vender seguros para automovilistas. ¿Tienes la experiencia? No, sin embargo, se puede adquirir, y esto es sencillo en el papel y en las técnicas que puedo darte, pero es sumamente desafiante en la práctica para los cerebros.

¿Por qué?

Recuerda el ejemplo del cepillado de dientes, por más que sepas hacerlo, no puedes dominarlo con la mano en la que no tienes práctica. Porque lo bueno del cerebro es lo malo del cerebro. El cerebro es un experto en generar hábitos y resguardarlos, pero remplazar éstos, es posible sí y también cuesta esfuerzo. Empero, si se quiere remplazar un hábito por otro, se puede, acuérdate neuroplasticidad autodirigida y esta va acompañada de voluntad, equivocaciones y disciplina.

En las empresas

En momentos de cambio escucho frases como: «por qué tengo que cambiar este proceso por otro», “pero si todo va bien y ahora quieres que lo cambie”, «y por qué esta área y no la otra». Te acuerdas que te dije que son los cerebros que hacen funcionar a las empresas, pues también son los cerebros los que se resisten a los cambios.

Esto no está ni bien, ni mal, simplemente es. Un cerebro no se da cuenta de la relevancia de cambiar hasta que no se da cuenta por sí solo o cuando ya no le queda de otra. Regreso al ejemplo, del cepillado de dientes, si no quieres practicar con la mano no dominante, nunca lo lograrás, pero si te llegaras a fracturar la mano dominante, no te va a quedar de otra. ¿Se comprende mejor así?

La nueva de la neuroplasticidad organizacional

¿La nueva de la neuroplasticidad organizacional? Sí, la nueva es que ya tienes experiencia cambiando sin querer hacerlo y cuando nadie te lo consultó, simplemente cambiaste porque era lo necesario para sobrevivir desde marzo del 2020.

¿Qué sugiere esto? Que ya entrenaste desde 2020 el músculo del cambio. Ese músculo, es vital para llevar a las empresas a otro nivel, es decir, que ya tu empresa y tú saben, conocen y han transitado por la neuroplasticidad organizacional.

Si ya tienes el músculo listo en pleno crecimiento, ya estás listo o lista para lo que venga, y si lo acompañas con técnicas sustentadas en cómo opera y se resiste el cerebro ante el cambio, estarás en un estado top.

Te dejo un saludo y nos leemos en la siguiente entrega. Atentamente gabriel.delavega@m1nd.mx 

¿Qué es la neuroplasticidad organizacional? Sería la pregunta obligada. Esta ya la he respondido en otros artículos, pero hoy te quiero hablar desde otra perspectiva. De todos modos te dejo las referencias para que vayas y vuelvas o las leas otro día.

Hablemos rápidamente del cerebro

La razón para hablar de este repositorio de memorias y lleno de habilidades es que es el lugar donde surge y se mantiene con vida cualquiera empresa. Es decir, son los seres humanos con sus cerebros muy bien conectados los que proveen de vida a las organizaciones.

El cerebro tiene una cualidad que se llama plasticidad de la función neuronal. Esta, la empezó a detallar Karl Lashley en 1923, todo un adelantado de su época. Él descubrió que entre mayor es el número de repeticiones para hacer alguna tarea, ésta, va dejando un cierto patrón que la automatiza. Es decir, hacerla sin pensar y sin gastar energía. Un hábito.

Y pensarás, “dime algo que no sepa”, pero para 1923, era algo inhóspito. Desde ese tiempo ya se perfilaba al cerebro como un órgano experto en crear y mantener hábitos que le llevara a administrar mejor su energía vital. Ahora, te pido que pienses en cuánta energía gastas en cepillarte los dientes, ninguna, es más, lo haces hasta con los ojos cerrados. Pero si te pidiera que lo hicieras con tu mano no dominante, es ahí donde sí te costaría esfuerzo, porque no hay ninguna ruta, ningún camino que haga fácil o automática esta tarea.

Cada tarea que realizamos y repetimos durante algún tiempo deja una huella, un camino trazado, un patrón cerebral. Cada patrón o hábito de hacer, de pensar o de sentir algo ha generado un cambio estructural en el cerebro.

En el cerebro están las huellas de nuestros hábitos, y así como hemos generado hábitos ya consolidados, también podemos remplazar éstos por otros que nos beneficien más. A esto se llama neuroplasticidad. Por ejemplo; si tú decidieras desde hoy cepillarte los dientes con la mano izquierda en lugar de con la derecha, porque quieres hacerlo bien con ambas manos y brazos, a eso se le conoce como neuroplasticidad autodirigida. 

¿Qué quiere decir esto?

Traducido en el mundo empresarial. Por ejemplo; entre más una empresa se dedique a vender automóviles, más experiencia adquirirá. Y hasta aquí no hay nada nuevo, sin embargo, lo que descubrió más adelante Donald Hebb (1944), el padre de la neuroplasticidad, es que esto no sólo es casual, sino que puede ser causado. Es decir, que los circuitos no sólo se pueden formar, sino que circuitos o maneras de hacer algo pueden ser sustituidos por otros.

¿Cómo?

Si en el mundo empresarial tienes una sobrada experiencia vendiendo automóviles, regresando al ejemplo, y ahora quieres mejorar o cambiar el giro. Se puede hacer. Vamos a suponer que ahora, además de autos, pretendas vender seguros para automovilistas. ¿Tienes la experiencia? No, sin embargo, se puede adquirir, y esto es sencillo en el papel y en las técnicas que puedo darte, pero es sumamente desafiante en la práctica para los cerebros.

¿Por qué?

Recuerda el ejemplo del cepillado de dientes, por más que sepas hacerlo, no puedes dominarlo con la mano en la que no tienes práctica. Porque lo bueno del cerebro es lo malo del cerebro. El cerebro es un experto en generar hábitos y resguardarlos, pero remplazar éstos, es posible sí y también cuesta esfuerzo. Empero, si se quiere remplazar un hábito por otro, se puede, acuérdate neuroplasticidad autodirigida y esta va acompañada de voluntad, equivocaciones y disciplina.

En las empresas

En momentos de cambio escucho frases como: «por qué tengo que cambiar este proceso por otro», “pero si todo va bien y ahora quieres que lo cambie”, «y por qué esta área y no la otra». Te acuerdas que te dije que son los cerebros que hacen funcionar a las empresas, pues también son los cerebros los que se resisten a los cambios.

Esto no está ni bien, ni mal, simplemente es. Un cerebro no se da cuenta de la relevancia de cambiar hasta que no se da cuenta por sí solo o cuando ya no le queda de otra. Regreso al ejemplo, del cepillado de dientes, si no quieres practicar con la mano no dominante, nunca lo lograrás, pero si te llegaras a fracturar la mano dominante, no te va a quedar de otra. ¿Se comprende mejor así?

La nueva de la neuroplasticidad organizacional

¿La nueva de la neuroplasticidad organizacional? Sí, la nueva es que ya tienes experiencia cambiando sin querer hacerlo y cuando nadie te lo consultó, simplemente cambiaste porque era lo necesario para sobrevivir desde marzo del 2020.

¿Qué sugiere esto? Que ya entrenaste desde 2020 el músculo del cambio. Ese músculo, es vital para llevar a las empresas a otro nivel, es decir, que ya tu empresa y tú saben, conocen y han transitado por la neuroplasticidad organizacional.

Si ya tienes el músculo listo en pleno crecimiento, ya estás listo o lista para lo que venga, y si lo acompañas con técnicas sustentadas en cómo opera y se resiste el cerebro ante el cambio, estarás en un estado top.

Te dejo un saludo y nos leemos en la siguiente entrega. Atentamente gabriel.delavega@m1nd.mx 

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