Si algo ama nuestro cerebro son las recompensas y mucho con la tecnología, junto con su inmediatez ha hecho que nos volvamos sumamente impacientes para recibir una respuesta, ya sea de nuestro cliente, colaborador o líder. Y cada vez que nos dejan en visto, pareciera una catástrofe mundial.
¿Por qué sucede esto?
Y sí, cada vez que suena nuestro celular, nuestro cerebro cree que serán buenas noticias, por eso vamos y checamos. Preguntándonos inconscientemente ¿es para mí?, ¿quién será?, ¿de qué se trata? Y sin previo aviso nos abalanzamos al móvil y sin siquiera contestar, simplemente nos la pasamos volteando o apoyando el estímulo que nos sobreviene.
¿Cuánto tiempo dedicamos a esto?
Según estudios hasta 2 horas, sólo apoyando qué notificación. Si le sumamos el tiempo que pasamos contestando. ¿Cuántas horas crees que sean?
¿Esto tendrá un impacto en nuestro performance?
Contéstame tú. ¿Cómo sería tu día laboral sin tantos distractores? Y ojo acá, que sin echarle la culpa al teléfono que suena, vibra o brilla. Somos nosotros los y las que decidimos ir a ver la notificación, quién nos escribe, porque: “no vaya a ser una emergencia” o algo “muy importante”.
Es decir, le enseñamos a nuestro cerebro a crear situaciones de crisis permanente, en donde tenemos que estar en estado de alerta 24/7. Por eso los insomnios, por eso no nos rinde el día, por eso el burn out, las jaquecas, el colón irritable, el estrés desmedido, nuestros estados alterados, nuestras decisiones arrebatadas y las ganas de desquitarnos con alguien de lo que traemos cargando quién sabe desde cuándo.
¿Cómo mejoraría tu performance…?
Con tan sólo saber cómo opera tu cerebro, ¿Cómo sería tu vida con más tiempo para ti? ¿Cómo sería la calidad de tu entorno laboral con menos estrés desmedido? Es que no es magia: es neuroplasticidad organizacional.
Es decir, algunos talleres que te ayuden a dirigir tus esfuerzos, no como viene el día, sino de una manera que le saques jugo al día, ocupando mejor tu cerebro, sin desperdiciar su energía y sobre todo sin sobrecargar tu cuerpo, que tarde o temprano te pasa factura.